miércoles, 30 de abril de 2014

SalyArte

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a un evento que me encantó. Fui invitada a un encuentro literario en Chiclana, (SalyArte) que se celebró en pleno corazón de las marismas. 
El motivo de aquella reunión no era otro que juntar en un espacio agradable a muchos aficionados a la literatura de Cádiz, San Fernando, Chiclana y Conil entre otros, para compartir al menos un poquito de lo que hacemos. Si os digo que a las palabras vinieron a acompañarles las canciones de dos cantaautores y el sonido de los violines, creo que no hace falta explicar mucho más de los ingredientes para que os llegue el aroma y el sabor del éxito de la receta. 
El museo de la sal, con sus parihuelas colgadas de la pared y su burrito salinero de madera, añadieron ese quejío de la tierra que me hace sentir en paz conmigo misma, esa sensación salada que representa mi origen y las raíces que me unen al suelo con fuerza. La cena, compartida en el intermedio entre los poemas y los sueños, me supo a confianza y a pasión repartida.
Yo, por mi parte, empecé como ya sabéis que yo soy: "no, igual no leo nada, no me conoce nadie"...Pero justo cuando empezaba a latir el minuto dos del tiempo disfrutado, también como ya me conocéis, vi el micrófono, busqué el hueco y al final, leí dos veces y no me apunté a la tercera por no ponerme "pesá". ¡Qué os voy a contar de mí que vosotros no sepáis!
En el primer bloque, donde el tema sobre el que giraban los textos era "la vida", leí una de las entraditas que dejé una vez por aquí y que no os voy a repetir. Para el segundo, elegido con intención de homenajear al amor, les dejé un pequeño relato que había escrito esa misma mañana, casi un rato antes de ir al evento. 
En fin, como dice el otro: más feliz que una perdiz....




viernes, 25 de abril de 2014

La vida atareada

Cada vez que escribo una nueva entrada en este espacio pequeñito, siempre pienso que no la va a leer nadie. Entiendo, lo tengo asumido, que con la vida atareada que llevamos todos, si ya es difícil encontrar el hueco para sentarse a leer un libro, cómo voy a pretender que alguien dedique un minuto de ese valioso tiempo de ocio a echarle un vistazo a mi última reflexión o a mi reciente anécdota. 
No sólo lo entiendo, es que formo parte también como lectora de la misma realidad, y de hecho confieso que últimamente tengo abandonados a los amigos blogueros, que circunstancias variadas me tienen hace un tiempo, muy dispersa. Aunque eso tengo que arreglarlo. Me he propuesto entrar en sus blogs pidiendo miles de disculpas por no haber acudido a la cita, con un aire renovador y seguramente alguna nueva arruga facial, de esas que te esculpe el paso de las primaveras vividas.
Por eso hoy, porque sé lo complicado que resulta estar, quería dar la bienvenida a esos lectores nuevos a los que de repente veo aparecer entre la lista de contertulios. Espero sinceramente que os quedéis por aquí, porque sois la sal de esta salsa. Me encantaría que os llegara, en forma de beso sonoro, mi agradecimiento y mi simpatía.
Os prometo a todos, a los recientes y a los que vivís aquí, en este saloncito, desde el principio de los tiempos, que voy a seguir empeñada en la idea de escribir sentimientos. El blog es para mí mucho más que una muestra estilística, muchísimo más que un diario donde dejar pensamientos plasmados. La tertulia del café siempre ha sido el reflejo del banco en el parque donde compartir confidencias, el espacio del alma donde guardas lo bonito, lo sincero, lo cotidiano y hasta lo cruel, porque eso es en definitiva la vida.
Bueno, yo como siempre os voy a emplazar a la próxima cita, que creo que va a volver a ser semanal, con plazos cumplidos. Como decía alguien a quien admiro, os espero en esta mi casa que es la vuestra. Buena semana.

lunes, 14 de abril de 2014

El rito

Parece que la primavera se empeña en ir y venir, en jugar con nosotros al escondite y aturdirnos con un sol de justicia que al momento se refugia entre las nubes. Pero no puede engañarnos, no puede engañarse. Ella sabe que es la hora de llegar y no hay tiempo de entretenerse en el camino, ella intuye que en la calle la están esperando los sentidos, que todo huele a incienso y sabe a clavo, que la vida ha vuelto a tomar las riendas, dejando a su paso aroma de azahar y manzanilla.
Me gusta la Semana Santa. Tengo la sensación de que hay algo de mágico en esta época del año, algo de rito ancestral que debo llevar en los genes que me hace sentir diferente, como envuelta en un ciclo antiguo que muere para comenzar de nuevo. Por eso es momento para incitar a la rebelión, para obligar a los amigos, a la familia, a los que queremos, a asomarse a su ventana bajo la que se ve el mundo, a tomar aire fresco y llenar hasta los topes los pulmones. 
Me parece que esta resurrección que celebramos no es otra que la propia alegría de estar vivo. Para mí no hay más verdad ni más diferencia. ¿Seguimos aquí? Pues ¡bien por la vida!

martes, 1 de abril de 2014

La alcaldesa de París

Hoy he compartido en facebook una historia simpática. 
No sé si sabéis que desde el pasado domingo, París tiene nueva alcaldesa. Supongo que esa noticia, en otras circunstancias, hubiera resbalado por mi mente y sobre todo por mi memoria, con la categoría de una mera anécdota. Estando como estoy empachada de España, poco hueco puedo dejar en mi pobre intelecto a algo que me queda tan lejos y me resulta tan ajeno como la capital de Francia. 
Pero se da la circunstancia de que la nueva alcaldesa de París es de mi pueblo, de San Fernando, algo inusual y que aunque sólo sea por el sonido español de su apellido o por el hecho de saber que su familia vive aquí en mi tierra, hace que la noticia me toque más de cerca.
Reconozco que a pesar de ser paisana, cuando la vi en las noticias no me sonaba ni su cara ni su nombre. Me sorprendió, me hizo gracia, pero pensé que la única relación que Anne Hidalgo seguiría manteniendo con mi ciudad de nacimiento, serían los recuerdos contados mil veces por sus padres emigrantes, y probablemente alguna foto de la infancia con el fondo borroso de un rinconcito cañaílla.  
Es evidente que me alegré de lo que veía. A la simpatía que me provoca el hecho de que una mujer consiga destacar de esa manera en la vida, saber que sus orígenes están como los míos anclados al mismo mar y las mismas marismas, me recompuso por dentro. En mi familia también vivimos aquella emigración de los años setenta. Con ella aprendimos que la gente no abandona su tierra porque tiene aire aventurero, como quieren vendernos ahora. Supimos con el dolor punzante de las despedidas que las personas se van de donde nacen (en la mayoría de los casos) por pura necesidad, porque no tienen otra opción ni otra oportunidad. Todos se dejan un trozo del corazón en el lugar donde nacieron, donde quedan para siempre su proyecto de vida y sus raíces. 
Pero hoy, una amiga con la que comparto facebook y que pertenece como la alcaldesa al Partido Socialista, ha contado en muy pocas palabras la emoción con la que Anne Hidalgo saludó, casi gritando, a los representantes del Partido Socialista de San Fernando que habían acudido a París para celebrar su triunfo. En medio de una marea de periodistas, cámaras de televisión y flashes de victoria, seguro que el nombre que pronunció sonó con un tonillo andaluz, con ese deje tan nuestro que cuando los nervios nos impiden el control, sale directamente del alma. 
Ahora sé que la señora alcaldesa tiene atado el sentimiento a mi tierra. Sus padres se volvieron a casa en el año 92 y ella va y viene cuando las obligaciones se lo permiten. Ahora sé de buena tinta que por aquí tiene amigos con los que le gusta compartir playas; e incluso he oído que guarda entre sus nostalgias, una ventana con vistas a las salinas de la tierra que compartimos. 
Ojalá te vaya bien, Anne. Te lo deseo de todo corazón. Me gusta la gente que sabe distinguir a los amigos aunque le cieguen las luces del éxito, y hay veces que un simple gesto lo dice todo de una persona. Humphrey Bogart hizo famosa aquella frase que rezaba: "Siempre nos quedará París". París, ya lo tienes, pero no te quepa duda de que siempre te quedará La Isla de León como refugio. Aquí esperamos con los brazos abiertos a los que se van.
Muchísima suerte.
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