Hace unos días leí la carta emotiva y a la vez profesional que una madre enviaba a Gallardón con respecto a
la modificación de la Ley del Aborto que tiene previsto llevar a cabo.
Yo no me atrevería si quiera a
escribirle algo tan directo a este señor porque estoy segura de que en las
altas esferas nadie perdería el tiempo, ni siquiera el secretario del ayudante
del asesor del ministro, en leer una misiva que llegara en nombre de una
“mindundi “… no espera, ¿cómo nos llaman? Ah, sí, una “perroflauta” como yo.
Lo que sí me gustaría decirle a
quien quiera leerme es que a pesar del
estatus social, la situación económica y toda la parafernalia que nos
separa, me he dado cuenta de que al Ministro de Justicia y a mí hay un matiz
que nos une en un punto en común, un matiz leve pero tan importante que a ambos nos convierte en seres privilegiados:
los dos hemos tenido hijos sanos.
No creo que haya nada en el mundo
que supere esto que nos hace iguales al Sr. Gallardón y a mí, no creo que
exista una lotería mayor y mejor premiada que la ecografía en la que un
profesional te dice que todo va bien, que ese ser que crece dentro está
preparado para enfrentarse con el mundo que le espera.
Pero hay algo en ese ligero matiz
que a él y a mí nos ha hecho diferentes. En mi caso, esa circunstancia me ha vuelto
agradecida para el resto de mi vida, ha conseguido que nada tenga ya tanta
importancia como ese momento junto a una máquina que te mira por dentro y un
médico que sonríe. En cambio, parece que a este hombre, la misma circunstancia
vivida le ha dejado insensible a la realidad de los demás.
De todas las medidas tomadas en
estos últimos tiempos por el Gobierno de España, creo que esta es una de las
más crueles porque atenta directamente contra una situación tan delicada y tan
tremendamente dolorosa que no me parece posible ni siquiera que alguien se la
plantee.
Cuando una mujer, una pareja o
una familia se deciden por la interrupción del embarazo en un caso de
enfermedad o malformación del feto, el momento que vive es dramático. No
estamos hablando de una frivolidad ni de una decisión tomada a lo loco por una
madre idiota, Sr. Gallardón. Este tipo de abortos se realizan en la mayoría de
los casos desde el dolor más profundo y la decisión más dura jamás imaginada
para una persona, cuando en una de esas ecografías de las que hablábamos el
profesional que la hace ya no sonríe y el mundo de las ilusiones se desvanece
con el terror de las pruebas y los diagnósticos que confirman que ese niño que
sus padres esperaban no va a tener ni una posibilidad de vivir de forma digna.
Por si acaso y para cerrar el círculo de la desesperanza, su partido ha
recortado de una forma brutal la Ley de Dependencia que era una ayuda mínima
pero necesaria para las personas que tomaban la decisión de seguir adelante con
el embarazo.
¡Ay, si fuera capaz de escribir
esa carta y si Ud. fuera capaz de leerla! Cómo me gustaría recordarle que en la
vida se puede estar seguro y a salvo de muchas cosas menos de la enfermedad y de
la tragedia y que Ud. tiene cuatro hijos, lo que en esa familia modélica que
defiende supondrá cuatro nueras y muchos nietos. Son demasiadas ecografías, Sr.
Gallardón para estar tan por encima todo.
Claro que, bien pensado, siendo Ministro
¿verdad?, siendo Ministro siempre se puede acudir a un país donde ustedes no
gobiernen, con dinero público y en un avión privado.