martes, 29 de marzo de 2011

DE EXCURSIÓN


Mi hija está de excursión y aquí estoy, echándola de menos.
Sí, así es, la echo de menos. Supongo que debe ser el mono de pasar por su habitación y no tener que dedicarle esa frase cariñosa con la que alegro sus tardes, esa de: ¡Maríaaaaaa, deja ya el ordenador y ponte a hacer la tarea! Puede ser eso.
O tal vez, no lo tengo claro, a mi vida le falte su contestación, aquella que ella me dedica en el mismo tono cariñoso y amable: ¡qué “pesá”, ya voy, siempre igual…!
imagenes para blogspotY es que los días antes de la excursión fueron ya de por sí entrañables. Ambas unidas por el ambiente festivo y la preparación de los mil cuatrocientos cachivaches que eran indispensables acarrear para tres días mal contados, dícese: chubasquero (de los del chino) por si llueve, bañador (sácalo del altillo, lávalo, asegúrate de que sigue estándole bien) por si el tiempo acompaña, manga corta por si hace calor, abrigo por si hace frío, prismáticos para mirar de lejos, gafas de sol para la claridad del cerca, cinco o seis pares de calcetines (es probable que se mojen), secador de pelo para ir arreglada al karaoke y una serie de artilugios, Nintendo incluida, recomendación del instituto algunos y otros tele transportados desde la imagen idílica que la niña tiene de lo que debe ser una excursión con glamour.
Cuando llegaron todas ellas con esas maletas de ruedas con las que se iban al campo, mi amigo Antonio, que al ser padre de un niño lo vive de forma distinta, les dijo con toda la gracia: pero ¿a dónde vais? ¿a Camp Rock? Que ajeno estaba el hombre de que en alguna de aquellas maletas iba la plancha del pelo, esa con la que he oído tienen las niñas la intención de "desenrizar" las puntas a alguno de los compañeros. Calvo no creo que vuelvan, pero que vengan con las orejas…de eso tengo mis dudas.
La despedida fue emotiva. Un montón de madres en la puerta del autobús, dando instrucciones que nunca cumplirán y haciendo gestos de llámame desde detrás del cristal como si esta vez, a diferencia de otras, fueran a hacernos caso de algo de lo que les decimos.
Aunque tengo que decir en su defensa que en eso esta vez mi hija ha sido una campeona. Mientras que los demás por aquello de la falta de cobertura del monte, no han dado señales de vida, la mía me llamó tres veces sólo en el día de ayer. La primera a las once y media, apenas recién llegada para decirme con risas: mamá, he vomitado en el autobús. Yo, claro, con voz muy melosa, afectada por la distancia, me sorprendí contestando: ay, hija, vaya por Dios, cuando en el fondo del pensamiento y en la punta de la lengua quería decirle en un grito: te lo dije, tómate la biodramina…pero no…ella no.
La segunda llamada llegó a las tres y media de la tarde. Había un jaleo de fondo que apenas sé que me dijo, ahora, eso sí, me dejó claro que a la hora que era y todavía no habían comido, y el estómago de madre se me contrajo, oye, vamos que creo que me sentó mal la lechuga y los cuatros panecitos integrales que la dieta me había permitido engullir un poquito antes.
Por la noche no me dio tiempo a cogerlo y ya estaba sin cobertura. Supongo que no le pasaría nada importante que si no, sin duda, conociéndola, hubiera vuelto a llamarme para que no me durmiera.
Mañana la tengo aquí. Espero que venga cambiada, qué ilusa que soy ¿verdad? Me conformo con que venga cansada y al menos hasta el fin de semana no volvamos a la guerra, a ver si me da una tregua que esta preadolescencia suya me tiene ya de cabeza.
En fin, dejando aparte el sainete con el que os cuento las cosas, os tengo que confesar que sí que es verdad que la echo de menos, que tendríais que verme correr cuando oigo que suena el móvil y que aunque tenga, como tiene, su guasa, no la cambiaría nunca ni por nadie ni por nada.
Ay! Qué sería de mi sin ella y que feliz sería ella sin mí. Ja, ja, ja.

viernes, 25 de marzo de 2011

JAPON

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No hay palabras para narrar lo que ha pasado en Japón. Lo intentas, te sientas delante de un folio en blanco y necesitas un esfuerzo enorme para pronunciar o teclear una sílaba. Y es que ni siquiera alguien con una imaginación portentosa, de esas que sirven para crear la más increíble de las películas de ficción ni la mejor de las novelas románticas, es capaz de ponerse, sólo por un instante, en el lugar de algunas de esas personas, protagonistas resignadas de esta terrible tragedia.
Cuando el golpeteo de las noticias para por unos minutos la actividad cotidiana de mi vida diaria, vuelvo a recibir una y otra vez el mazazo. Es imposible para mí dejar de pensar en las miles de personas que estarán viviendo la pesadilla cruel de haberlo perdido todo, la de padres desesperados que andarán por un mundo caótico sin saber qué ha sido de sus hijos y la de criaturas que estarán aprendiendo a marchas forzadas que ya papá y mamá no existen.
Me pongo, como no, en el lugar de todas esas personas pertenecientes a la maquinaria administrativa del gobierno japonés y que deben estar echando los restos del alma cada día, para decidir por donde empezar y qué es lo prioritario. Y vuelvo a sorprenderme cada instante, con el espíritu resignado y admirable de este pueblo que no ha producido ni un altercado, ni un saqueo en ningún supermercado, ni (que yo sepa) un robo a un banco. Y eso que, lo digo con toda la sinceridad de la que hago acopio, no sé qué sería capaz de hacer yo en un momento de pánico.
Pero en cuanto al problema colateral producido en Fukushima, lo que no entiendo muy bien y lo digo con convencimiento, es como un pueblo como éste, que fue golpeado por la energía atómica con la actitud más brutal y más horribles de las registradas en la historia, ha apostado de esta forma tan exagerada por esa energía, todo por convertirse en uno de los primeros en el ranking de productividad, riqueza interior bruta y todos esos términos económicos que manejan aquellos que viven para trabajar en lugar de trabajar para vivir.
Nuevamente se abre el debate en el mundo: energía nuclear sí, energía nuclear no. Hay algunos que piensan que todo esto ha demostrado que hablamos de una energía segura porque si la planta ha resistido un terremoto de esta magnitud, eso quiere decir que nunca pasará nada. Qué gracia, qué profesionales ellos en lo suyo y, con todos mis respetos, qué ilusos. Todavía no se han dado cuenta de que la fuerza de la naturaleza no es evaluable con las unidades de medidas del hombre y que no somos más que guiñapos en medio de un mar que ruge o un viento que azota.
Yo no soy nadie para sentar cátedra sobre algo en lo que no se ponen de acuerdo expertos mundiales, faltaría más. Sé que un país necesita dar de comer a su gente, cubrir sus necesidades y lo demás es demagogia. Pero también sé que estamos atentando continuamente contra este Planeta que nos acoge y que de vez en cuando la Tierra se rebela y la gente sufre.
Siento mucho no poder hacer nada más que oir las noticias y cruzar los dedos. Pero necesitaba enviar, bajito, sólo al oído de los amigos pacientes que me leen y me oyen, un mensaje inútil pero verdadero de apoyo, de solidaridad y de cariño a ese pueblo japonés al que ya le tenía respeto pero al que ahora admiro. Mucho ánimo y mucha suerte.

domingo, 20 de marzo de 2011

LA PRIMERA COMUNION

Bueno, aquí estoy otra vez.
Es verdad que llevaba unos días sin publicar nada nuevo, y antes de que penséis que me retiro, he venido por aquí a dejar constancia de mi existencia porque mientras no me lo rueguen con tono de desespere o sea la autoridad la que por orden me lo impida, seguiré al pie del cañón dejando mis pensamientos y lanzando con disimulo el anzuelo tentativo del debate.
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Pero es que estos tiempos ando un poco revuelta. Como sabéis porque os lo conté, este próximo mayo mi hijo el pequeño hace la Primera Comunión y la cosa tiene tarea.
Pero voy a dejarme de rollos ¡Como nos gusta a las mujeres un evento de este tipo!
Mira que ya he demostrado que yo no me siento machista, y que eso de generalizar no es propio de inteligentes, pero hay que reconocer que lo mismo que somos iguales en miles de detallitos, hay otros donde se nota al vuelo la diferencia de sexo. En mi casa el ejemplo está más que claro. Preguntad si no a mi marido si se acuerda así sin pensarlo de la fecha señalada, si tiene decidido qué ponerse o le hace falta hacer una renovación de corbata. A no ser que me lo hayan cambiado durante esta madrugada, no creo que a estas alturas pueda contestar la encuesta, si acaso dirá que sí, que algo habrá por ahí, con la vaguedad por supuesto del que no lo tiene claro y mirándome de soslayo pensando la que le cae si no acierta en el cuestionario.
En cambio yo, ya lo tengo todo: el consabido traje de marinero del niño, la vestimenta elegante de la madre y hasta el atuendo de mi hija preadolescente que eso sí que ha sido un parto y no lo de su cesárea.
Este año además está el tema de la crisis. No estamos para muchos derroches en mayo porque nunca se sabe que nos puede deparar junio, así que entre que queremos ahorrar y que me pilla en el paro, digamos que me estoy encargando personalmente de todo. Mi amiga Mónica y yo, que estamos las dos en las mismas, haciendo como que nos cuesta la vida, nos hemos recorrido ya locales donde celebrarlo, tiendas de ropa elegante, negocios de chucherías y no sé cuantas cosas más.
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Otra diferencia importante es la competitividad. No me imagino a los padres, en la puerta de la catequesis, preguntándose unos a otros si ya se han comprado el traje. En cambio nosotras sí. Hombre, no vaya a ser que repitamos modelo y nos encontremos de pronto con la tragedia espartana de ir igual que la de al lado.
Si por lo menos ella es, digámoslo así…más gordita…bueno puede pasar, porque siempre te sentirás favorecida si le ganas a tu rival. Pero como seas tú la que despunte en el arte de los michelines, bueno, más vale perderse porque se te arruinó la efemérides.
Hablando un poquito en serio, sé que habrá muchas personas que no estén de acuerdo con esta manera de sentir la vida y que a esto sólo le vean una parte absurda y frívola. Independientemente de que signifique o no algo para cada cual desde el punto de la religión, sé que el resto de todo  no es más que consumismo puro, no os lo voy a negar. Pero tengo que decir en mi defensa que sigo una máxima que dice que vivir significa intentar ser feliz. Pienso sinceramente que es lo único que te llevas cuando te vas, los buenos ratos que hayas vivido. Ver la ilusión en los ojos de mi hijo, saber que todo es por él y que le va a encantar, eso me pone las pilas con una fuerza que me hace olvidar lo malo que haya habido en el pasado o lo incierto que pueda llegar el futuro. Es evidente que cada uno tiene que vivirlo según sus posibilidades y dentro de un orden. Para mí el hecho de que se reúnan las dos familias y compartir el día ya me parece estupendo y me merece la pena el esfuerzo.
Una vez, a mi sobrina Irene la invitaron a dar una charla en la Universidad. Ella había tenido una beca Erasmus el curso anterior y fue a dar a conocer su experiencia a los becarios de ese año. Irene se subió a la tarima y le dijo a los estudiantes: la beca no tiene comparación con nada, vamos…ni con el año de la comunión. Es curioso como cada acontecimiento deja muescas diferentes en la vida de las personas. No había vivido ella otra como ésta, desde el año de la comunión…ja, ja, esta Irene…

lunes, 14 de marzo de 2011

EL ROBO DEL AÑO

Después de esta semana en la que inevitablemente los protagonistas de las noticias son el recuerdo y la tristeza, unidos al nuevo inquietante aviso de la naturaleza que ha sembrado de terror el Japón, me gustaría rescatar un tema que ha pasado un poco inadvertido pero que tiene su miga por lo sórdido de la situación.
Al parecer se produce un robo en un convento. Hasta ahí todo quedaría en un acto delictivo más a los que me temo tendremos que acostumbrarnos si la circunstancia económica de España no mejora. Pero los ojos empiezan a quedarse como platos cuando de primera nos enteramos de que han sido sustraídos un millón y medio de euros del convento de las monjitas. Eso es el primer día, que al segundo las monjas en cuestión ya tienen abogado que habla en nombre de la congregación y el robo se reduce drásticamente a medio millón (quien los pillara) de nuestros euros actuales.
Como os podéis imaginar, alrededor de la historia comienzan las especulaciones maliciosas: que si el otro millón era dinero negro y por eso ya no lo cuentan, que si las monjas cotizaban a Hacienda y el dinero proviene de las manualidades que realizan, que hay una de ellas que es pintora y cobra verdaderas fortunas cuando coloca los cuadro -esto lo puedo entender porque su pintura es impresionante- bueno, una sarta de conjeturas que a mí me dejaron cao.
Yo de este tema he sacado varias conclusiones que me gustaría comentar. En primer lugar el transfondo del asunto me hace pensar en lo hipócrita que somos. Andamos por ahí, rasgándonos las vestiduras por las creencias de otros, expulsando de los Institutos a niñas por llevar velo y en cambio, en esta sociedad moderna en la que vivimos, nadie pone el grito en el cielo cuando se permite sin dudas que unas mujeres vivan encerradas entre cuatro paredes. Voluntario, dirán algunos. ¿Y como estáis tan seguros? ¿Alguien se ha propuesto investigar si esas jóvenes que profesan lo hacen por voluntad o imbuidas y empujadas por el fanatismo que les inculcó papá o la presión pueblerina y antigua que todavía se da en la España más profunda? A ver si va a ser verdad aquello de la viga y la paja en el ojo del otro. Y yo me pregunto, si a una de ellas, de clausura o de alguna otra orden, se le ocurre acudir a un centro de adultos, a un Instituto o a una Facultad, ¿la expulsaríamos? Porque este tipo de monjas también llevan velo y de la tela que pica en verano.
Vaya por delante que todo esto no lo digo con acritud ni pretendiendo herir a nadie, sobre todo porque creo sinceramente que debe de haber mucha bondad y demasiada renuncia en esta vocación, pero tal vez, pienso, serían más útiles compartiendo su humanidad con la gente de fuera que pintando cuadros en un convento.
Y en segundo, pero no menos importante lugar, viendo las colas en Cáritas o la tristeza de los días de reparto de comida en la puerta de la Iglesia de mi barrio, siento decir que me cuesta aceptar sin reparos que un convento atesore esa barbaridad de dinero. Sé que hay muchas formas de vivir la religión y que hay que respetarlas todas, pero tengo una parroquia cerca donde las cosas se hacen distintas. Yo me quedo, esa es mi opción, con el voluntario que va cada martes a poner en marcha el punto de empleo con un ordenador cedido. Yo prefiero a ese cura joven que organiza los sábados juegos de niños y a la madre que es catequista y que antes de ir a dar clase deja en su casa la cena. Porque para mí la religión, la verdadera religión y no la de la jerarquía, es humanidad, es entrega y es sobre todo y por encima de todo comprensión. Lo siento si las estoy juzgando mal y conste que no dudo que una parte de esa fortuna la dedicarán a obras de caridad, pero pienso de todas formas que hay mucha necesidad en el mundo de fuera y que dedicándose como se dedican a los demás, no están los tiempos para guardar un millón debajo de ningún colchón.
¿Qué pensais?



miércoles, 9 de marzo de 2011

DIA INTERNACIONAL

Día internacional de la mujer trabajadora…ja, ja, ja.

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Perdón por lo de la risa, pero ya de entrada pregunto yo ¿hay que añadir lo de trabajadora detrás? ¿Es que a excepción de Isabel Presley y su camada hay alguna mujer en la tierra que no trabaje? Vamos no es por nada, lo digo porque si la hay, por favor, háganme llegar sus señas que voy a hacerme miembro de su club de fans.
A mí, de entrada, ya no me gusta que haya un día especial para celebrar estas cosas porque si lo que se persigue es la igualdad, una de dos, o celebras también el día del hombre trabajador o dejas el hueco, porque de lo contrario estás haciendo un hito especial y convirtiendo en algo digno de ser señalado el hecho de que siendo mujer, tengas capacidad también para salir a ganarte el pan fuera de casa, no sé si me explico. Aunque, bien pensado, si en la España que vivimos eres mujer y para más “inrri” tienes trabajo, pero de ese del que cotiza a la Seguridad Social y no del que te revienta sin cobrar salario: tía, estás de enhorabuena.
A mí me hace mucha gracia esto de los días de… Es como si las altas instancias pretendieran con ello justificar un expediente injustificable y lavar la mala conciencia de quien hace lo que puede, poquito a poco y cara a la galería, pero sin entrar por derecho a arreglar lo que de verdad importa. El Ministerio de Igualdad preocupado en que las palabras acaben en a/o y en tonterías irrelevantes, y mientras hay mujeres ganando menos dinero que su compañero de mesa o que tienen que dejar su puesto o su cargo porque no dan abasto para cuidar de un hijo enfermo. Y el resto de la sociedad preocupada en hacer desaparecer esos primeros pasos con el Ministerio de Igualdad incluido, para hacer nuevamente, de forma teatral, una agujero al gobierno.
Y mientras, seguimos asistiendo en la televisión pública al bochornoso espectáculo de la publicidad que hace de las mujeres guiñapos irreconocibles que limpian, fijan y dan esplendor, probablemente sin saber que ese es el lema de aquel organismo que en boca de uno de sus miembros tildó de feminista e incluso me atrevo a decir de estúpida a Bibiana Aído: la Real Academia de la Lengua, al que sin duda pagaremos entre todos/as.
En el capítulo de lo absurdo hay anuncios con los que realmente me río. Supongo que todos conocemos algunos de esos que te dejan pensando: no me lo puedo creer, esto no es serio. Yo últimamente me quedo a cuadros con uno machacón que ponen sobre un yogur. Sí, hombre, ese que habla a las mujeres de lo malo que es sentirse hinchada. Ese del …sentirse hinchada no es normal…pues claro que no, no te fastidia, pero es que sentirse hinchado tampoco, vamos digo yo. Y a continuación ponen a la protagonista de Aída con un globo a la altura de la moya para contarnos las propiedades maravillosas que el producto puede hacer por una mujer.
Ahora, lo mejor de todo es el final, ese que dice que si no te hace efecto, te devuelven el dinero. Digo yo que habrán advertido en los supermercados y que los propietarios de los Activias éstos darán un cursillo al respecto porque si no, que alguien me explique con que cara llego yo al Mercadona y le digo a la cajera/o: mira que vengo a que me deis el dinero porque no hago de vientre.
Pero bueno, así es la vida que digo yo que un día no se hizo Roma. A ver si en la próxima generación las ideas se van aclarando. De momento os dejo aquí un vídeo tópico pero simpático, realizado en una universidad mejicana. Felicidades atrasadas para las mujeres y un toque de atención para algunos hombres… porque algún día todo puede ser al revés...(es broma...).


viernes, 4 de marzo de 2011

CADIZ DE CARNAVAL

Hoy es la final del Falla.
¿Y qué es eso? Os preguntareis muchos de los que llegáis hasta aquí desde algún punto del planeta, ajeno a las costumbres gaditanas. Pues la final del Falla es el momento en que las chirigotas, las comparsas y los coros de nuestro carnaval se someten al juicio del jurado para designar los premios de cada categoría. Como el teatro donde esto sucede se llama “Falla” en honor al insigne compositor, de ahí que el habla “gadita” haya involucionado hacia esta frase compacta que los de aquí no analizamos, pero sabemos que suena de por sí a carnaval, a madrugada de tele y a polémica segura.
Yo no soy muy carnavalera. Supongo que debe ser verdad que las cosas a fuerza de tenerlas aburren, pero admito que esta fiesta en mi tierra es un mundo, que se vive todo el año y sobre todo y por encima de los tipismos, que aquí hay mucha gente con gracia.
Entre las agrupaciones yo me quedo con las chirigotas. Las otras, que no se enfade nadie, siempre han tenido un tono más serio y critican a la sociedad haciendo mella en los temas con un tono irónico y a veces sentimental. Pero las chirigotas, esas son para mí la esencia, la gracia y el desenfado coreado desde butacas por un pueblo que se entrega. Las letras, hechas a propósito para quedarse pegadas en nuestro rincón del son, serán recordadas, cantadas e interpretadas por la gente de la calle estos dos fines de semana y algunas durante mucho más. Todavía recuerdo y me río aquello de: “cruzado, cruzado te dice el enemigo, ay cruzado que cruz me ha caío contigo” o “mis amigos van a hacer fiesta en la peña, mis amigos van a hacer una excursión…y yo “viacé” y yo “viacé”…lo que diga mi mujé. Son soniquetes que se llevan para siempre porque con ellos haces memoria de esa edad en que la vergüenza no formaba parte para nada de tu vida y se pasaban las noches en la capital, recibiendo empujones y tirones de pelo de la peluca del disfraz que no volvía, al menos viva, ni una vez.
Ahora ya no lo vivo apenas, la vueltecita con los niños disfrazados, la tapita en la plaza oyendo de fondo los coros y poco más, pero confieso que aún me río escuchando una chirigota y que aprovecho el youtube para ponerme al día.
Este año mi preferida se llama “Ricas y maduras”. Creo que tiene, sin duda, todos los ingredientes para hacer entender al mundo lo que significa esta fiesta. El fondo del escenarios con los azulejos, los disfraces verdaderamente logrados, ese cuplé que hay que “cantar entre tos”….el teatro se viene abajo.
Para aquel que no es de aquí, tengo que decir que hay una frase en Cádiz que se repite en febrero. Cuando la agrupación se lo gana, cuando el éxito se consigue y la gente se pone en pie, el teatro se convierte en un coro y se acompaña con palmas: “esto es carnaval, esto es carnaval”. Y al compás de esa frase milenaria como la ciudad, Cádiz sigue protestando con canciones y mirando el nubarrón con la fineza de la ironía. Hace años que las comparsas cantan “mi pueblo se muere” y la verdad es que da pena observar que se sigue muriendo. Pero febrero hace un paréntesis en la crisis y en el paro, y la gente se suma a una fiesta que no exige mucho, que puedes vivir en la calle, a golpe de bocadillo. Lo que sí es importante es reírse y disfrutar el carnaval, ya habrá tiempo de cuaresma para volver, cabizbajos, a la realidad.
Feliz Carnaval.


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