domingo, 28 de noviembre de 2010

ETIMOLOGÍA

Siempre he tenido muy claro que soy una persona de letras. Esto lo digo con el conocimiento de causa que me han transmitido años de escuela a diversos niveles, donde los números siempre fueron para mí un enigma. Todavía recuerdo con una sonrisa el día que le confesé, muchos años después de dejar de ser alumna suya, a mi profesora de Física el extraño proceso que se producía en mi cuerpo cuando la veía entrar por la puerta del aula. Mira, M. Carmen, le dije: era entrar tú y me empezaba a picar todo el cuerpo, vamos lo que en mi tierra llamamos un “sarpullío” que no tenía nada que envidiarle al del sarampión y que digo yo que era quizás lo que hacía que se me nublara la zona contable del cerebro y que no diera pie con bola. Velocidad es igual a espacio partido por tiempo. Qué fácil ¿verdad? Pues cuando llegaba el momento de aplicarlo a mi me sobraba la velocidad o me faltaba el tiempo. Yo no sé cómo, siempre tenía la sensación de que a aquel problema le habían robado un dato indispensable para averiguar un galimatías que nunca, creía yo a pie juntillas, me serviría para nada.
En cambio hay ciencias que siempre me han encantado, aunque mirándolas en la distancia son sobre todo aquellas que sirven para investigar en el campo en el que yo me siento a gusto. Hay concretamente una disciplina científica con la que disfruto enormemente y a la que me gusta acudir a menudo con la curiosidad de los niños. Se llama etimología y se encarga de estudiar el verdadero significado de las palabras.
No vayáis a creer que por el hecho de no andar haciendo cuentas es menos compleja esta ciencia. Investigar el origen de una palabra debe ser muy complicado porque casi nunca hay una certeza total de cómo y por qué comenzó a nombrarse algo de esta o aquella manera y muchas veces son varias las personas, regiones del mundo u organizaciones, las que luchan por tener el privilegio de haber sido los primeros en nombrar un nuevo elemento o en inventar una expresión duradera a través de los siglos.
Pero no me digáis que no es curioso cuando un día descubres que esa muletilla que usas casi a diario, sabiendo lo que quieres decir con ella pero no por qué se dice, tiene un origen antiguo, extraordinario o simplemente simpático.
¿Quién puede decirme, por ejemplo, de donde viene la palabra subasta? ¿Por qué se le llama al Papa el Sumo Pontífice? Y esas siglas tan americanas del O.K. ¿de dónde procede?
Estudiando las palabras nos estudiamos a nosotros mismos porque el lenguaje no es más que la herencia que nos han dejado todos los que estuvieron antes aquí. Observando las expresiones y los localismos podemos llegar a entender como nos sentimos influidos por lo que fue y por lo que ahora es, por los romanos que anduvieron de conquista por España, los árabes del medievo, o los americanos “del Internet”.
Si hay un lugar que ha sido influenciado por las lenguas del mundo, ese es Cádiz. Con la abundancia y la riqueza del comercio del XVIII, este trocito de tierra se convirtió en eso que los entendidos (entendidos pero cursis diría yo) llaman un “crisol de culturas”. El gaditano cogió lo que pudo del irlandés, del francés o del portugués y se construyó un idioma propio mientras intercambiaba quincalla, pieles curtidas y paños de lana. Y así estamos, que luego viene alguien al carnaval y para que entienda la letra de la chirigota hay que descifrársela como un código, y eso sí que es un código que no el de Da Vinci.
Aquí cuando alguien no nos sigue en el argumento de lo que le estamos contando es que no “asunta”, el tonto del bote es un “torrija”, el guisante se convierte en “chícharo” y caerse es darse literalmente un “pellejazo”. No sé cuanto de extranjero habrá en todo esto ni de donde viene cada una de estas expresiones. ¿Ves? Ya tengo entretenimiento para otra tarde.
Qué ¿a que todavía le estáis dando vueltas a lo del Sumo Pontífice?... si alguien lo sabe que lo diga y si no, ya os lo cuento en un comentario que mañana me incorporo al trabajo y es hora de “guannajarse” como decimos los gaditanos.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

CUMPLEAÑOS FELIZ


Sabéis que siempre me gusta dejar cuatro o cinco días la última entrada del blog porque así doy tiempo a que todos os vayáis incorporando a la tertulia sin prisa pero sin pausa y surjan los comentarios que al fin y al cabo son la pimienta y la sal de este invento.
Pero hoy, la casualidad ha querido que trasteando por el blog me de cuenta de que ya desde el día 19 de noviembre hace un año que comenzamos esta aventura.
Fíjate, hemos cumplido un año sin pena ni gloria, sin invocar a las musas, apagar las velas ni realizar ningún rito. Hemos pasado la fecha sin felicitarnos a nosotros mismos ni hacernos el regalo de la sonrisa. Tiene delito llevar un año tomando café y en un día como éste no sacar la tarta de la nevera ni partir entre todos la piñata.
Por eso he decidido no dejar correr ni un día más para hacer una mirada retrospectiva, sumar el balance de lo bueno y recopilar en una entrada lo que ha significado para mí vuestra presencia.
He estado echándole un vistazo a la tertulia y preparando, para los que son de ciencias, las consabidas estadísticas. La verdad es que no deja de sorprenderme que algo que empezó como una broma, con aquello que yo llamé “una invitación al sentimiento”, haya ido colándose en mi vida de esta manera y ocupando un sitio en mi ocio y en mi necesidad de salir al mundo sentada junto al ordenador.
Según el chivato que me canta los números, desde que instalé el programita analizador de datos, hemos recibido 5.016 visitas que a un total de 2, 58 páginas por vez, dan (esto parece el un dos tres) la escalofriante cantidad de 12.934 páginas. La verdad es que la cifra da vértigo.
Pero evidentemente no son los números los que producen el mareo, más bien he perdido la sensación de hacer pie, cuando he ido pasando por todo lo archivado y he vuelto a releer los comentarios de tanta gente que ha dejado su huella en cada cosa que he escrito. Hay contertulios que siguen estando, otros que acaban de aparecer y muchos amigos que entran y salen a ratos, dependiendo de sus circunstancias, del tiempo del que disponen o de la necesidad de expresión a la que les lleve el momento. A ellos tengo que sumar muchos otros, amigos de siempre, colegas del Facebook o anónimos que se han añadido a nuestra conversación, unos de forma callada y prudente y otros, que no querían manifestarse en público, pero que se han acercado a mi correo a dejarme la constancia de un cariño que no podré pagar nunca.
Entradas han sido muchas, no voy a aburriros con otro conteo. Con ellas nos hemos reído contando chistes, recordando anécdotas de boda, incluso casi tengo que escribir de nuevo aquella historia del polvorón con la que gané un concurso literario. Pero también ha surgido el sentimiento y me ha dicho un pajarito que hay alguno al que se le ha visto llorar. La Navidad, con el trocito de villancico cantado por los niños de mi familia, el retrato de aquellos lugares a los que nos gustaría volver…han sido muchas historias que ahora son muchos recuerdos.
Bueno, no quiero ponerme nostálgica. De momento, mientras el contador de visitas me siga diciendo que hay gente que viene a sentarse al sofá, no tengo inconveniente en poner el mantel del café que me piden unos, del cola cao que les gusta a otros o del mate que es la bebida que toman los nuevos amigos a los que este año he hecho un sitio en mi vida.
Gracias a todos y en especial a los que se dejan caer con los comentarios. Siempre que describo el blog lo hago diciendo que es un lugar donde el texto que da pie, pierde completamente el protagonismo cediéndoselo a los comentarios de los miembros de este grupo de locos de atar que dedican su tiempo a seguirme el rollo. Todos tenemos que querer seguir estando aquí. Sin vosotros el blog y yo no somos nada. Para monólogos hay no sé qué club que interpreta no sé qué comedia, lo nuestro es la conversación y para eso os convoco. Que no se escape nadie que pongo falta.
Felicidades.

martes, 23 de noviembre de 2010

SAHARA OCCIDENTAL

Supongo que esa frase que dice que el pasado siempre vuelve debe ser cierta, y lo estamos comprobando estos días con un conflicto que ha venido a traernos el calor del desierto cuando ya creíamos haber superado la frontera del olvido.
Reconozco que el tema del Sahara hace mucho tiempo que dejó para mí de ser una cuestión política, quizás por el hastío que nos produce, cuando el problema no nos afecta de cerca, el eterno enfrentamiento entre pueblos que la mayoría de las veces no entendemos o no nos interesa entender. Y más bien se había convertido en algo sentimental, en uno de esos problemas que te afectan al tejido solidario del que tenemos o deberíamos tener confeccionado el corazón. Son tantos los horrores expuestos a lo largo de los telediarios, que llega un momento en que lo único que guardamos en el cajón de la memoria es el hambre y la desesperación que nos sirven en imágenes tétricas desde el lugar del mundo que toque. Para no complicarnos la vida, metemos en el mismo saco al Sahara, a Mozambique o a Sudán. Todo parece igual visto desde los ojos occidentales del bienestar, todas las historias nos suenan a guerra, a miseria y a desesperanza.
Pero el conflicto del Sahara es mucho más o al menos debería serlo. Cuando las cosas se dejan a medias y los problemas sin solucionar, el abandono algún día te pasa factura y es curioso como al final, el recibo lo pagan siempre los mismos.
Ahora no es tiempo de volver atrás nos dicen algunos. Estamos en un momento delicado. España tiene intereses económicos con Marruecos que no nos permiten alzar la voz. Aunque es verdad, como apuntan otros, que también Marruecos tiene intereses con nosotros y en cambio, eso no le influye para hacer de su capa un sayo. El final de este cuento termina con la misma moraleja de siempre: un gobierno atónito que no se atreve a mover ficha con aquello del “Virgencita déjame como estoy” y una oposición cobarde que tampoco dio nunca un paso, pero que ve en esto como en todo, otro tronco seco que añadir al fuego de sus intereses.
Claro que luego estamos nosotros, los que hablamos. Todos nos sentimos identificados y solidarios con el problema, eso es verdad, y mucha gente alza la voz contra el denostado “gobierno que nos gobierna”, pero ¡ay! pobre de ZP si hubiera decidido en un momento como éste plantar cara a Marruecos y meterse en otro jardín. Qué bonito queda hablar de solidaridad con los guantes de lana y la bufanda puesta.
Al final, como siempre, perderán los que ya lo tenían todo perdido. A eso es a lo que estamos acostumbrados. Lástima que esta vez sea todavía más doloroso saber que en el Sahara hay una parte de nosotros que sigue viviendo en sus genes, que hubo una vez que compartimos bandera y que los lamentos y las oraciones, se dicen en nuestro idioma.

viernes, 19 de noviembre de 2010

AMELIA GARAYOA

Ayer por fin se reunió el club de lectura. Como sabéis la propuesta para este primer encuentro era “Dime quien soy” de Julia Navarro.
Quedamos en la cafetería de siempre, donde mis amigas y yo compartimos tarde de risas y puesta al día. Pero esta vez quise imprimirle el carácter serio que una tertulia literaria se merece, y aparecí en la reunión con mi cuaderno de anotaciones y la tarea hecha con las propuestas para la próxima lectura. Sé que provoqué si no el asombro sí por lo menos la sonrisa de mis contertulias que no esperaban, supongo, a la moderadora de un programa de debates.
Al principio, tengo que confesarlo, pensé que todo acabaría en una anécdota y en una intención, pero como no podía ser menos de la gente con la que comparto el afecto, me llevé la agradable sorpresa de que les encantara la idea de valorar y comentar seriamente el libro que habíamos propuesto y de que todas trajeran ideas sobre el próximo reto.
A partir de ahí, la charla se convirtió en un viaje sin lectura de acta anterior ni rigidez de club de entendidos. Vivimos un ir y venir del libro a la vida real tan enriquecedor y sobre todo tan entretenido que las horas se nos hicieron minutos alrededor del café.
El personaje fuerte de la novela y la autora que describe el sentimiento son, para dar aún más juego, mujeres. Y aunque Amelia Garayoa no tiene nada que ver con ninguna de las que examinábamos su vida, siempre hay un punto de conexión entre las que formamos parte del ”sexo débil”, en la forma de entender el mundo, en el punto romántico de nuestras acciones y en el desencuentro emocional que por cultura, por genética o por costumbre, muchas veces se produce con la otra mitad de la naranja con la que dibujamos la vida.
La conversación fue saltando de la política al amor, del sentimiento al remordimiento y sobre todo al sacrificio, al eterno sacrificio que las mujeres han arrastrado con ellas a lo largo de la historia.
Las conclusiones fueron bastante unánimes. El libro merece la pena ser leído porque refleja maravillosamente una época convulsa, donde todo perdió completamente el sentido. En España, Italia y Alemania se asentaban en esos años (la novela arranca en 1935) regímenes totalitarios que acabaron con las libertades y con las vidas en nombre de la derecha más extrema. Y a la vez en la Rusia de Stalin, abanderado del comunismo, se llevaban a cabo purgas contra todo aquel que se consideraba disidente.
La Europa democrática, la que siempre sale a la palestra dándonos lecciones de libertad, miró hacia otro lado y permitió que acampara a sus anchas la locura, protagonizando, en el caso de Francia, acciones vergonzosas como el confinamiento de los exiliados españoles en campos de concentración, disfrazados de buenas intenciones.
Y en medio de todo, el pobre personaje de Amelia: una mujer luchando contra los dictadores, contra la moral basada en el machismo exacerbado y contra ella misma, quizás por permitir al corazón sentimientos que estaban profundamente condenados y penados, en el juicio sumarísimo que su cerebro de mujer española y burguesa de la época, se había hecho a sí misma.
Me gustaría dejar el análisis aquí y que a partir de estas palabras seáis vosotros los protagonistas de este club que hemos formado. Da igual si habéis leído el libro o no, creo que el mapa está dibujado y cada cual tiene un punto de vista de la historia pasada. Os espero en los comentarios y dejo, en la sección “El club de lectura” la propuesta para el próximo libro que comentaremos en diciembre.
Como siempre, es maravilloso vivir a través de los ojos de un libro…

lunes, 15 de noviembre de 2010

LA SUERTE

Hay una señora por ahí que anda revolucionando algunos conceptos que creíamos tener adquiridos y archivados en ese altillo del cerebro en el que guardamos la cacharrería. Estos días, por ejemplo, ha estado hablando de la suerte. Dice como experta en sociología que ese término no existe, que en definitiva somos nosotros mismos los únicos autores de la obra final de nuestra vida, sea cual sea el resultado de ésta.
Yo no me atrevería a discutir a una experta, algo de lo que ella debe saber infinitamente más que yo por la propia formación que avalan sus estudios profesionales. Por eso, en la parte teórica, tengo que asumir su discurso ya que sería muy prepotente por mi parte, pretender ganar la partida de un juego del que nunca me estudié las reglas. Pero de la parte práctica…ay amiga, si yo te contara de la parte práctica….
Mira, para empezar siempre he creído que la vida está llena de casualidades. Un movimiento, un mero gesto que hagas sin pensar, puede ser el desencadenante del inicio del resto de tu vida. Estar a la vez en el momento y en el lugar oportuno ha sido siempre, ya me puede decir lo que quiera la esperta de El Hormiguero, el factor principal para conseguir un logro o para tener que enfrentarse a la más dura de las tragedias.
Ella, siguiendo la máxima de Apio Claudio, jura y perjura que “el hombre es el arquitecto de su propio destino”, que viene a ser algo así como que cada cual encuentra lo que se busca. Pero no me negareis que hay veces que el arquitecto en cuestión, al hacer su proyecto, no puede o no quiere entender que éste seguramente conllevará el hundimiento o la consagración de la obra del vecino. Por mucho que dibujes bien los planos, el día que te subes con dos copas al coche, tú serás el que firma el dibujo, pero el que se lleva el premio gordo es el ciclista que había salido a disfrutar del buen tiempo o la señora que cruzaba reglamentariamente la calle.
A mí nadie puede quitarme la idea de que la suerte tiene un sitio muy importante en nuestras vidas. La suerte es la casualidad, la interacción entre tantos millones de seres humanos que hace que las cosas sean de una manera aunque podían haber sido de miles de otras. No pretendo justificar a través de la palabra ni la vagancia, ni el dejarse llevar o la actitud de estar esperando a que la buena fortuna te ponga en bandeja la oportunidad. Está claro que la lotería no toca si no compras el billete. Pero sería injusto ignorar que hay vidas en las que la casualidad y el desencuentro, no le permiten al sujeto avanzar un poquito al lugar donde le llevan sus sueños.
Lo único que me gusta de su teoría es que todo se basa en la esperanza. Según la experta hay que estar siempre con un espíritu abierto y expectante ante la vida. Mi hermana, que se ha convertido en una seguidora con reservas de las ideas que predica, dice que lleva dos semanas viviendo mejor las mañanas, utilizando el método del positivismo y realizando un ejercicio de autoconvencimiento mientras recita, de camino al trabajo: cuando llegue voy a encontrar aparcamiento.
Bueno, juzguen ustedes ¿Os consideráis personas tocadas por la suerte? ¿Es verdad que ésta no existe?
Yo para concluir tengo que decir que sigo creyendo en ella. ¿Sigues aquí? ¿Estás vivo? Pues eres un tío afortunado.
¡Buena suerte a todos!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

TENGO UNA PREGUNTA

Con el sonido del tintineo de las elecciones, a una mente pensante de estas especializadas en audiencias televisivas y publicidad, se le ocurrió idear un formato de programa novedoso donde gente corriente se atreve, o al menos eso nos hacen creer, a lanzar así a bocajarro una pregunta peliaguda al personaje aspirante a hacer de guía turístico de nuestros destinos, los próximos cuatro años.
Estos días, con esto de las elecciones catalanas he vuelto a ver el anuncio de una nueva edición y la verdad es que, bien pensado y salvando la vergüenza que para mí supondría salir en la pequeña pantalla aunque sea por un motivo loable, más de una vez me habría gustado echarme a la cara a algún que otro de estos seres inalcanzables para que me explicara a mí, directamente y sin intermediarios, qué quiso decir cuando dijo digo y por qué al final acabó diciendo Diego.
A mí por ejemplo estos días que ha estado por aquí, y para huir del tópico de la política, me hubiera gustado hacerle una pequeña interviú por ejemplo al Papa. Parece que se ha ido el hombre un poco disgustado de España porque ya no somos aquella reserva espiritual de occidente con la que la Santa Sede contaba. Y a mí que me siento más terrenal que espiritual y más cerca de lo humano que de lo divino, me hubiera gustado saber de primera mano qué es lo que esperaba de una sociedad que avanza, si cree de verdad que puede haber perdón religioso para Massera igual que lo hubo para Pinochet o por qué no, oye, a ver si me saca de dudas y me dice, más o menos, cuánto puede costar el coche-pecera que lo lleva a todas partes, con el que yo iba a brillar de miedo en la cabalgata de las fiestas de mi pueblo.
Creo que me quedaría muy satisfecha y me iría a casa con la sensación de tener una verdadera opinión formada sobre el personaje. La verdad es que entre la Homilía que va siempre en latín y los discursos con un alto nivel teológico, al final, acabo quedándome con la opinión de un traductor de pensamiento y lógicamente no tiene nada que ver el resultado si el diccionario ha sido editado por Iñaki Gabilondo o por Paloma Gómez Borrero.
Como el Papa hay montones de personajes a los que preguntarle o a los que reprocharles tantas cosas que no creáis que no tiene su puntito el programa. Ejercer de entrevistador y dar con la cuestión que retrate verdaderamente la personalidad de alguien, debe ser una de las asignaturas más difíciles de aprobar en el pundonor profesional de un periodista. Y eso me encanta.
Claro que luego está la otra parte. Me cuesta imaginarme a mí misma, convertida en un personaje público, expuesta en el púlpito a la espeluznante sensación de la verdad desnuda. Si eres verdaderamente honesto, el cara a cara con la gente debe dar mucho vértigo.
Se me ha ocurrido una maldad. Si yo os propusiera aquello de: “Tengo una pregunta para Ud.” ¿Qué y a quien preguntaríais algo? O mejor todavía, ¿qué os preguntaríais a vosotros mismos? Venga, vamos a darle una vuelta al coco y ser originales. Confío en mi peña.

viernes, 5 de noviembre de 2010

AFONÍA

En toda película americana que se precie, nunca puede faltar ni un número de teléfono que empiece por 555 ni un momento álgido en el que uno de los protagonistas se confiese alcohólico anónimo, borracho conocido o adicto a cualquier paranoia que se le ocurra al guionista de turno.
Pues bien, hoy quiero también aprovechar este momento íntimo para contaros que yo tengo una adicción. Si, queridos hermanos, lo digo aquí en presencia de mi tertulia de amigos y compañeros de viaje, esperando por supuesto que todos os levantéis al unísono del sillón para decir de forma sincera aquello de: te queremos, amiga, te queremos.
Y es que yo soy adicta a charlar. Tengo ese vicio, qué vamos a hacerle. Hablo con las madres del cole, con los profes de mis niños, con el que vende el pescado, no te digo con la cajera del super, mis hermanas, mis cuñadas, primos y otros miembros diversos de mi núcleo familiar. A mi madre ni la nombro, a ella le debo estar nominada a un premio en la compañía telefónica de la que soy cliente…Bueno qué voy a deciros, vamos que a no hay nada que más me chifle que una buena conversación.
Sé que estaréis pensando ¿y a qué viene a contarnos esto? ¿es que acaso se cree que no la conocemos?
Sí, claro que me conocéis, pero tengo que hacer esta introducción para que os deis cuenta de cómo me siento, cuando añada a mi confesión que llevo tres días afónica.
¿Afónica? Pensareis de nuevo, bueno tampoco será para tanto.
Pues sí es para eso y para mucho más. Afónica, pero completa, sin voz. Vamos que para decirle a mi hijo que acabe ya de hacer la tarea del colegio con la misma intensidad con la que se lo grito siempre, he tenido que recurrir al gesto de “o te corto el cuello” y así que el chaval entienda lo que por la sangre me bulle. Esto sí que es un suplicio y no la parrilla en la que asaron a Lorenzo. Esto sí que es una penitencia y no la del Jueves Santo.
Me he quedado sin voz, sin voto y sin esperanza. Aquí estoy, sin poder coger el teléfono, sin poder contarle a nadie el último cotilleo jugoso que le oí a mi vecina, sin pelearme con mi santo esposo y a punto del infartito como no se me cure pronto.
De momento el fin de semana se presenta un poquito chungo. Estoy tomando antibióticos, líquidos, miel con limón y sobre todo silencio, mucho silencio. Vamos, en una frase estoy tomando por saco porque vaya semanita lacia la que llevo y lo que me queda. Y es que aunque yo, optimista, hago gestos de que estoy mucho mejor cuando alguien me pregunta, no me atrevo ni a darle las gracias al preguntante para no oírme a mí misma gritar desde el pensamiento una palabra que muere en mi laringitis, convertida en un leve quejío.
Pues nada compis, lo dicho, ya teneis mi confesión. Estoy en abstinencia del vicio y el mono me va a matar. Se me entiende menos que al Pato Donald y me encuentro  "mu perjudicá”.

lunes, 1 de noviembre de 2010

EL CENSO EN CHINA

Hoy he leído una noticia que me tiene todo el día reflexionando. Parece ser que en breve se va a realizar el censo de China. Y claro, diréis, bueno y ¿qué tiene esto de especial? En España estamos acostumbrados a que el INE nos mande cuando toca a unos chavalitos jóvenes que vienen a casa y rellenan un formulario sentados en nuestro sofá.
Pero lo gordo viene cuando a continuación del titular, el periódico especifica que para llevar a cabo el censo, en China se necesitan seis millones de funcionarios con la tarea de llamar puerta a puerta.
Una que anda con el tema del tablón de empleo, enseguida me puse a darle vueltas al coco y estuve a un “tris” de llamar directamente a Zapatero. Fíjate, pensaba yo, si este hombre tuviera mano en China, podría ofrecer a los desempleados de España para llevar a cabo la ingente labor. Si no me fallan las cuentas, conseguiríamos el pleno empleo y todavía nos sobrarían dos millones de puestos por si alguno de los que no llega a fin de mes o que se siente una “mijilla” agobiado por la fiesta que se nos viene encima, osara apuntarse al pluriempleo, así como el que no quiere la cosa.
Hombre fácil, fácil, no debe de ser el trabajito. En primer lugar por la letra, no nos engañemos. Y es que si aquí en nuestra tierra tenemos que armar este guirigay para decir en chino que no tenemos paella, imaginaos lo que tiene que ser saber dónde queda la Calle del Loto allí directamente en la tierra del idioma extraño.
Hay un aspecto además que a mí me preocupa. No sé si sabéis que debido a la superpoblación, en dicho país se multa, y con una cantidad considerable, a todo aquel que cometa el error-locura-momento de pasión descontrolada de tener un segundo hijo. Sólo las familias que pueden permitirse pagar la multa se atreven a darle al niño un hermanito, para que pueda dedicarse a fastidiarlo, lo digo porque soy madre, durante al menos los siguientes 20 años de su vida. Así que este censo les servirá también a las autoridades chinas para que les saquemos del armario, por no decir del trastero, al hijo que no han declarado para no tener que pagar. Eso sí, han dicho que a los más pobres les dejarán abonar la multa en cómodas cuotas, y aquí sí me pongo seria porque no concibo nada más triste ni más inhumano que comerciar aunque sea a plazos con la miseria de la gente.
Pero bueno, siguiendo con la broma para no acabar medio loca con las cosas que se oyen, dicen que la tarea duraría solamente diez días, al fin y al cabo unas vacaciones que tampoco vienen mal.
Yo de momento, mientras que llamo a José Luis, os lo voy diciendo para que preparéis a la familia. Eso es un ir y venir y arreglamos las Navidades. Como mucho qué puede pasar: que el censo salga regular, que una parte de los seis millones sea secuestrada por algún movimiento libertador de extraña causa, que nadie acabe sabiendo realmente donde vive la familia Chang o que terminemos en una playa cualquiera, buscando una camiseta a rayas y preguntándonos en un delirio: ¿Dónde c… está aquí Wally?

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