domingo, 29 de noviembre de 2009

LAS PALABRAS

Me gustaría saber donde se van las palabras cuando dejamos de usarlas, a que oscuro rincón del olvido se retiran para llorar su derrota, cuando un día decidimos que ya no están de moda, que han perdido su frescura o que no queda elegante recitarlas.

Me pregunto quien habrá heredado en su lengua la "peinadora" del cuarto de mi madre, el "tocador" de la señorita Pepis, los "chifritos" que decía mi suegra, en su perfecto castellano de Burgos o el "comediscos" que me regaló mi tío Lucas cuando me hice mayor para la música. En los cuentos de mi casa, Blancanieves se comía un "pero", si teníamos prisa es que había "bulla", el filete era "bistec" y jugar a "angúa" fue sinónimo de calle y de amigos de hace mucho.

Al parecer, los años pasan también para las palabras. Cuando nacen o importamos unas nuevas, las antiguas se van y se llevan con ellas los recuerdos. Son esos que algún día volverán en nuestra búsqueda, en la frase de una serie de la tele o en la tarde de familia en un ratito de risas.

Oye, y no es que no me gusten las que llegan. Algunas me enriquecen con la sabia de su mezcla y otras me culturizan con la sapiencia de su técnica. Ahora decimos "jenjibre", "pérsimon", "ketchup", "facebook"...y eso está bien. Eso es signo de que el país avanza.

Pero a mí que me encanta este ejercicio de jugar con las palabras, me haría falta conocer a que lugar se llevaron todas esas que me faltan.

¿Qué palabra ya no usas?

domingo, 22 de noviembre de 2009

LA TELE DEL CORAZÓN

Es curioso como el mundo del corazón ha inundado las cadenas televisivas y es difícil hacer un barrido por los números del mando, sin encontrarte con la cara conocida de algún personajillo gris que cuenta sus miserias para escándalo de algunos y deleite de otros. Y no es menos curioso pensar como al final, todos acabamos enganchados a la historia del que habla, por morbo, por curiosidad y las más de las veces por asombro.

Ahora, eso sí, lo que tiene gracia es el arte que le echamos al asunto para no reconocer que fuimos testigos de que Julián Muñoz ya no quiere a la Pantoja o de que el amigo Paquirrín acaba de cortar con Techi. Algunos estábamos allí (o eso decimos) porque en "la 2" estaban dando los anuncios, porque no encontrábamos el mando o por ese viejo y eterno argumento de que "a esas horas y después de comer, ve uno lo que haya".

El caso es que el que más y el que menos se ha subido alguna vez a la ruleta de "La Noria", se ha reído en su sofá de la vena de Patiño o quizás, esgrimiendo una sonrisa cultureta, ha caído entre las redes de "la Sexta" y piensa que es más seria su manera de aprender quien quiere a quien y quien se vende.

¿ A qué corazón perteneces tú? Deja tu comentario en la tertulia

jueves, 19 de noviembre de 2009

El día que decidí crear un blog estuve pensando en un título que resumiera, en una frase corta, la intención de esta aventura que estoy comenzando y que ni siquiera sé si voy a saber manejar en este lío de html, webs, bloggers y demás términos indecifrables.
Lo único que pretendía era crear un lugar, un espacio en este mundo infinito de la red donde quedar para charlar con los amigos, donde asomarme a recordar una canción, o a retomar una conversación que nunca debió terminarse.
Y, de repente, pensando en las charlas, en las risas y en las canciones, sentí la enorme necesidad de tomar un café.
Es curioso porque a mí el sabor del café no me gusta. Ese regustillo amargo no es muy de mi agrado. Pero el olor...ese olor que lo inunda todo...
Creo que el aroma del café ha llenado durante tanto tiempo mi vida que me arrastra con él a lo mejor de mí misma. El café me trae el olor de mi casa, bueno de la casa de mis padres que será siempre la mía, el tacto del sofá de los domingos, muy temprano, cuando hay que charlar bajito para no despertar a los niños, el parón en los estudios cuando mi hermana, parodiando las telenovelas que hacían furor en los 80, nos "provocaba un cafetito"...es el café de las mañanas con mi amiga de siempre con la que no puedo arreglar el mundo nunca, es la locura del momento de relax en el trabajo, cuando una chica morena me deja alucinada cada día con su memoria: manchado para mí, avellanado para la compi, descafeinado el del jefe, cortado para los snobs y hay un amigo, el más valiente, que todavía en noviembre lo quiere helado.
Cuantas historias contadas y cuantos secretos guardados alrededor de un café.
Por eso he decidido invitaros a charlar imaginandonos frente al líquido negro. Cada quien puede contar lo que quiera mientras removemos el azúcar del fondo. Os prometo que nunca faltarán el colacao para el que no toma café, el donut para el que pueda permitírselo y la sonrisa de bienvenida para todo aquel que quiera aceptar esta invitación al sentimiento.
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